El rotundo fracaso de la Selección Nacional es inexcusable y señalar a la gente responsable hoy parece en vano, puesto que todo lo que se diga en los medios, en las calles y en conversaciones privadas entre amigos no hará que se clasifique al mundial.
Sin pena ni gloria, Hernán Gómez termina su corto e innecesario periodo al mando de la selección mayor. 1 punto, se leerá en su registro personal, luego de unos años lo olvidaremos, como él a nosotros, pues su llegada fue producto de la desesperación de una Federación incapaz de planificar procesos con resultados que al menos reflejen el valor que dicen tenerle al equipo de Honduras cuando se llenan la boca hablando en las diferentes entrevistas.
Ahora parece lógico el paso a dar, la persona idónea para el puesto es Salomón Nazar, que durante años ha demostrado la valía de su talento, pero que a pesar de brillar y brillar la cúpula de directivos no parece verlo.
Por debajo de él las opciones viables se desvanecen, solo considerar otro nombre parece un acto de completa ineptitud, sin embargo, el camino no será fácil, aun haciendo realidad la idea de tener a Nazar como DT de la selección Nacional.
La generación de futbolistas actuales olvida como jugar al fútbol al ponerse la camiseta de la H y no, no estoy hablando de un acto de patriotismo, lo menciono desde un punto de vista meramente emocional, las ganas de competir en una copa del mundo, que millones de personas puedan ser testigos del talento que se tiene.
Pero nuestra plantilla no tiene hambre, ni tiene actitud, se ven como completos inexpertos ante los gestos técnicos más básicos, no hay fluidez ni conexión entre ellos, como si cada uno leyera un juego diferente al que se está jugando y lo peor de todo es que pareciera que ninguno está viendo el correcto.
Y como los Uróboros el problema termina justo donde comienza, en la incompetente estrategia administrativa, que ha encarecido en efecto domino toda una camada de jugadores, exponiéndolos a responsabilidades fuera de su capacidad perjudicando así el desarrollo de su juego y confianza, solo por complacer algunos intereses personales.
Precipitarse para llamar a un entrenador definitivo para el próximo proceso eliminatorio es una pésima idea, considero un cuerpo técnico interino para cumplir prontos compromisos, hasta que se tenga la certeza de que el entrenador correcto ha sido elegido.